Marruecos es un auténtico mosaico. Para un país de 710 850 kilómetros cuadrados, es un concentrado de tipos arquitectónicos, zonas climáticas, formaciones geológicas y variaciones paisajísticas. De noviembre a mayo, recorrer uno de los trayectos más pintorescos del país (de Fez a Erfoud: 474 km) equivale a atravesar las cuatro estaciones en un solo día. Desde la primavera en la verde y fértil llanura del Saiss, pasando por el invierno en los bosques nevados de robles y cedros del Atlas Medio, hasta los cielos grises del otoño y los árboles sin hojas de las mesetas presaharianas; y terminando en el verano, con vientos cálidos que hacen volar las plantas rodadoras, un sol radiante que ilumina los matorrales secos e interminables extensiones de dunas de arena bajo un cielo azul brillante.
Ahora estamos al sur de el Alto Atlas. Aquí la parte de la Desierto del Sahara que forma parte del territorio marroquí se extiende desde la costa atlántica hasta las líneas fronterizas con Argelia y Mauritania. No se trata sólo de un descubrimiento visual; es una experiencia inolvidable, ya que el viajero se expone a un paisaje completamente distinto. Cañones, cordilleras bermellón, gargantas de roca resbaladiza y acantilados, rocas de arenisca y granito, todo ello confluye para desconcertar al espectador. Los ríos y arroyos se han abierto paso a través de este mundo mineral durante millones de años. Esculpieron paisajes alucinantes y crearon oasis a lo largo de sus sinuosos cauces. La gente los convirtió en exuberantes huertos plantados con diferentes cultivos, hortalizas y árboles frutales. Aquí la palmera es el príncipe de la vegetación. Ofrece a lugareños y visitantes deliciosas variedades de dátiles, como el mundialmente famoso Mejhoul.
A lo largo de los siglos, las comunidades se esforzaron por desarrollar técnicas y formas de aprovechar al máximo su entorno. Desarrollaron ingeniosas técnicas de irrigación. También adquirieron sofisticados métodos de ingeniería y construcción para conseguir viviendas confortables. La Kasbah es el resultado más destacado de este esfuerzo.
Una kasbah es a la vez un complejo residencial y una fortaleza. Se trata de un edificio ecológico de tres o cuatro niveles. Un pequeño patio en su centro deja entrar la luz y el aire y sirve de torre de refrigeración. Durante la estación cálida, los habitantes viven en la planta baja y disfrutan de su frescor. En invierno, utilizan los niveles superiores y se benefician del calor del sol. En cada esquina del edificio hay una torre alta. Salpicadas de aspilleras, estas cuatro estructuras sirvieron originalmente como fortificaciones defensivas y torres de vigilancia. Las fachadas están intrincadamente decoradas con ladrillos y superposición de capas de arcilla. Debido a su forma y magnífica altura, las Kasbahs reciben el nombre de "gigantes de arcilla".
Algunas de estas Kasbahs se han convertido en lujosas casas de huéspedes que permiten a sus huéspedes disfrutar de una estancia memorable. Ofrecen la alternativa más romántica a una noche de ensueño en un campamento de lujo en las dunas del Sáhara, a las que podrá llegar en camello, en coche o en 4x4.